El Viaje Vertical, de Enrique Vila-Matas
Hoy he terminado la lectura de la novela de Vila-Matas El viaje vertical, y creo que me encuentro en disposición ya de exponer algunas conclusiones.
Confieso que durante toda la lectura, y llevado al error por los comentarios de la contraportada del libro, he intentado averiguar cuál es el sentido de esa verticalidad del viaje, y no lo encontraba. Sólo hacia el final caí en el error de yo pensaba que la verticalidad era ascendente, cuando en realidad se trata de un descenso, de un viaje en vertical hacia abajo, hacia el fondo de algo, que se puede resumir como el reconocimiento de una carencia, de la cultura que la Guerra Civil le impidió adquirir.
Me ha llamado la atención, como en otras obras de Vila-Matas, el hecho de que la trama argumental, todas las acciones de la novela no sean sino fruto de la voluntad del protagonista. De hecho, el protagonista en todas las obras suyas que he leído es casi la única voz que se deja oír, que configura tanto el mundo que lo rodea como el sentido de los hechos que le suceden.
En un primer momento parece que todas las acciones son fortuitas, obra del azar. No dejo de pensar en un curioso paralelismo entre el trabajo de Vila-Matas y el de Paul Auster. Aunque en un primer momento parezca que la casualidad juegue papeles muy distintos en las obras de ambos autores, al final nos damos cuenta de que en ambos casos todo se reduce a lo mismo, a la capacidad creadora del personaje (o del autor), que da sentido a una serie de hechos que sin su intervención no pasarían quizá de mera anécdota.
El Viaje Vertical, como otras novelas de Vila-Matas, se hace más interesante hacia su segunda parte. De hecho, las últimas 100 páginas me atraparon hasta el punto de leerlas casi de un tirón. En apariencia, no ha sucedido nada nuevo; quizá un cambio de escenario solamente. Pero la profundidad de lo que toma apariencia de ir concluyendo lo impregna todo.
Aprovecho para recomendar la lectura de Doctor Pasavento y de Historia de la literatura portátil. Pero especialmente de la que, por el momento, me parece su mejor obra: Bartelby y compañía, relato en el que las pequeñas biografías de personajes reales o inventados van configurando la historia -no por corriente y también pequeña menos profunda- del narrador de la obra.
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