11 de diciembre de 2006

Pinochet ha muerto

Mi cabeza me dice que debería sentir alegría, pero no puedo. Cuando muere un monstruo, sólo puedo pensar en si su muerte trae algún beneficio. No creo que la muerte de este asesino en serie, amigo de papas y de reyes, y de Primeras Ministras Británicas, devuelva a la vida a todos aquellos que murieron y desaparecieron durante el terror que él presidía. Me agota pensar en tanta y tanta gente que se va a edades mucho más provechosas que éste. Pero pensar en ello no me va a devolver a mi padre, por ejemplo. Este desgraciado ha vivido hasta los noventa y tantos, y tanta gente buena se ha ido antes. No me consuela que se haya muerto ya.

Sin embargo, creo que tenemos derecho a odiar. No comparto aquella anécdota que dice que La Pasionaria, cuando fue invitada a brindar a la muerte de Franco dijo que ella no brindaba por la muerte de nadie. Tenemos derecho a odiar, y reprimir el odio no creo que sea sano. Como dijo Horacio, Homo sum, et nihil humanus a me alienum puto (Soy hombre, y no considero ajeno a mí nada de lo humano). Sólo el ser humano ama y odia... y es sano sentir amor y odio, cuando hay motivos. Sólo si los sentimientos se enquistan es cuando son negativos.

Pinochet ha muerto.... ¡que se joda! Lástima que no exista vida tras la muerte, porque me entran ganas de desearle un eternidad muy puta.

1 comentario:

Anónimo dijo...

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