6 de febrero de 2007

No delay

Se me ocurre pensar en la cantidad de oportunidades que dejo escapar simplemente por dejadez, por no hacer, por miedo a que no funcionen. Si fuera un hilo de agua que se colara entre mis dedos, no digo yo que no hubiera llenado ya un estanque. Ese chico que te parece interesante pero con el que demoras y demoras una cita, no se sabe muy bien con qué excusas; ese currículum que nunca te decides a enviar porque, total, no servirá de nada; ese nombre que no pones en una lista para una clase nueva en el gimnasio porque igual haces el ridículo. Tantas y tantas cosas. Al final, viene otro y ocupa tu lugar, y tú (yo) te quedas con cara de gilipollas, con la incómoda sensación de que sí que has perdido el tiempo. Y el tiempo que se ha ido no se puede recuperar; las cosas que no se han dicho podrán decirse nuevas, pero las circunstancias harán que no sean las mismas que aquella vez que te callaste.

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