26 de julio de 2007

Auster, por la puerta trasera

Mi acceso a la obra de Paul Auster recorrió un camino inverso. Comencé con la lectura de la que entonces, hace un año, era su última novela, Brooklin Follies. Me atrajo hacia él los consejos de mi amigo Luis, quien picó mi curiosidad diciéndome que lo que más le gustaba de esa novela era "la sensación de buen rollo que se le quedaba a uno al terminar de leerla, a pesar de todas las cosas desastrosas que suceden". Muy pocas veces ha habido un resumen tan acertado de una obra literaria. Quizás uno no termine siendo feliz, pero al menos se da cuenta de que todos los desastres que pasan pueden ser descritos desde la agonía y la desesperación, o desde una visión serena, que ayuda a enfrentarlos con la mente clara y un poco de humor para sobrellevarlas. La obra termina con la pincelada de un suceso no desastroso, sino terrible; pero Auster concluye la novela con esta frase, que creo que resume lo que digo acerca de ella:

Pero de momento todavía eran las ocho de la mañana, y mientras caminaba por la avenida bajo aquel radiante cielo azul era feliz, amigos míos, el hombre más feliz que jamás haya existido sobre la tierra.


De ahí, di un paso atrás y leí su anterior novela, La noche del oráculo. Y ahí ya quedé atrapado. De nuevo hay tragedias tremendas en esta historia de alguien que escribe historias en las que alguien cuenta historias. Y de nuevo, la pluma de Auster no se hunde en el dolor, sino que se limita a ponernos delante de las situaciones y nos obliga a rogar que las cosas no se desarrollen como todo indica que va a suceder.
Al leer esta novela comencé a darme cuenta de algunos de los rasgos que podrían definir la obra austeriana: la casualidad como motor de los sucesos, el terror a la indigencia, la escritura como escape...

Del resto de sus novelas, éstas ya leídas al tuntún y sin ningún orden establecido más allá de la avidez con que los iba comprando en las ediciones de bolsillo que iba encontrando, quiero destacar algunas que me gustaron especialmente:

El libro de las ilusiones. Fabuloso relato lineal sobre la desaparición (que poco después redescubrí al acercarme a Vila-Matas, del que ya hablaré) y sobre la libertad de la creación.

Mr. Vértigo. Se trata de un acercamiento de Auster al realismo mágico, aunque es más realista que mágico, y como casi siempre te deja con un regusto de satisfacción a pesar de todas las desgracias, que son unas cuantas.

La música del azar. Para mí, su segunda novela más desasosegante y claustrofóbica (tras la increíble fábula a El país de las últimas cosas, donde explora su obsesivo pánico a la indigencia). Aquí vuelve a haber coincidencias, miserias, fortunas encontradas y mal administradas, amistad y camaradería.

No he tenido todavía la oportunidad de leer su última novela (la totalmente última en realidad, si creemos su amenazador aviso de que abandona la escritura -nuevamente me recuerda a Bartelby y a Vila-Matas-), el Viaje por el Scriptorium. En otra ocasión podré decir algo sobre ella.

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